jueves, 25 de abril de 2013

historia y antropología del amazonas.





Historia y antropología del Amazonas.

La infl uencia de las antropologías latinoamericanas, el marxismo y la renovación
del pensamiento histórico en la década del setenta en Colombia en
lo que ha sido llamado la Nueva Historia nos sensibilizó frente a la Historia,
ante la necesidad de enfocar nuestros problemas con una perspectiva histórica
y regional, en un momento en el cual la mayoría de los colegas “extranjeros”
que trabajaban en las tierras bajas proseguían en gran parte con unos lentes
como se dijo en gran medida sincrónicos y enfocados en la comprensión
de la dinámica tradicional.
En otros países de América Latina, nuestros colegas latinoamericanos
también enlazaron la antropología con la Historia. En Perú, para citar un ejemplo,
Stefano Varesse elaboró un refrescante trabajo titulado La sal de los cerros
, sobre los campa de la ceja peruana.
En el caso colombiano, los diversos investigadores que desarrollaron
sus trabajos de campo en la región del bajo Caquetá-Putumayo descubrieron
como lo he reiterado en otra oportunidad en los mambeaderos indígenas su
trágica historia del caucho, narrada y denunciada casi medio siglo antes por Rivera;
las poblaciones que estudiaban eran en realidad los sobrevivientes de esta
hecatombe. Eran sociedades profundamente sacudidas y transformadas por
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este proceso; se habían conformado nuevas localidades, que agrupaban a los sobrevivientes
de “clanes” y a grupos diferentes e incluso enemigos en el pasado.
A diferencia del Vaupés, aquí los lentes funcionalistas y estructuralistas
no funcionaban tan bien. ¿Cómo representar de manera adecuada la historia y
la cultura de estas sociedades, atravesadas por un sino trágico y por su incoporación
como trabajadores de la Casa Arana al capitalismo internacional?
A diferencia del Vaupés, en la región del Caquetá-Putumayo no tuvimos,
y en parte todavía no tenemos, esas monografías omnicompresivas, totales,
casi cerradas, propias del género etnográfi co clásico, ya sea sobre un grupo
o sobre un aspecto de la cultura, que caracterizan la etnografía realista. La
mayoría de los trabajos sobre las sociedades aborígenes del Caquetá-Putumayo
son en realidad ensayos, artículos, que dan cuenta de un aspecto de la realidad
social, estudios fragmentados, lo que, de hecho, ha infl uido para que sea una de
las regiones del Amazonas con menos visibilidad internacional.
En realidad, esto no se debe a la incapacidad de sus etnógrafos sino, por
lo menos en gran medida, a que sus condiciones etnográfi cas particulares no
se prestaban a las convenciones de la escritura etnográfi ca clásica que inventa
totalidades, sociedades bien delimitadas en el tiempo y en el espacio.
Tendríamos que esperar lo que se ha denominado la crisis de la representación
para, en cierta medida, tomar conciencia de que nuestros instrumentos
de representación etnográfi ca clásicos son por lo menos insufi cientes para armar
su “rompecabezas” como se aludiera al reto de la etnografía del área en
un simposio en el Congreso de Americanistas celebrado en la ciudad de Santiago
de Chile, en cuanto nos permiten dar cuenta de lo de adentro, pero
no articularlo de manera adecuada con el lado del “mundo exterior”, que en
realidad es la otra cara del mismo tapete. En lugar de presuponer el “rompecabezas”,
implícito en las teorías sociales en boga, aquí encontramos fragmentos,
indicios, trazas. ¿Qué hacer con ellos?
• ¿Reconstruir un presente etnográfi co representado en un pasado etnográfi
co, privilegiando la idea de una cultura ideal estable?
• ¿Efectuar la historia de este proceso?
• ¿Reconstruir las sociedades del presente a través de esos fragmentos?
Los diversos investigadores de la región del Caquetá-Putumayo se percataron
entonces de la necesidad de hacer historia, ya que siguiendo la famosa
frase de Evans-Pritchard allí no era posible comprender las sociedades contemporáneas
sin entender cómo habían llegado a ser lo que son. En este contexto,
se vieron abocados, sobre todo, al estudio de la tradición oral, en cuanto
que en gran parte la experiencia histórica estaba condensada en mitos, cantos
y otras formas de memoria, y a reconocer en ellos no sólo fuentes para la Historia,
sino verdaderas historias orales.
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Esta perspectiva se concretó, en algunos casos, en una forma de aproximación
que difería en gran medida de los enfoques monográfi cos clásicos. En
, por ejemplo, Manuel José Guzmán presentó su tesis de grado sobre los
andoques del río Caquetá, en la que incorporó de forma creativa una
visión regional de los andoques del Medio Caquetá y adoptó un punto de vista
marxista apoyado por las ideas de Godelier y Meillasoux sobre la relación
del modo de producción tradicional y el sistema extractivo del caucho. Luego,
publicó su ensayo “Etnohistoria, estructuralismo y marxismo” , un verdadero
programa de trabajo en el que insistía en la historicidad de las estructuras
sociales. Este ensayo, si hubiese sido editado en una revista internacional,
seguramente habría tenido un impacto considerable, en cuanto, en realidad,
Guzmán se anticipó a prever la relevancia de la conexión de antropología e historia
en la Amazonia, que hoy preocupa tanto a la academia metropolitana.
Sin duda, este movimiento hacia la historia no ha sido exclusivo de la región




del Caquetá-Putumayo, sino que lo encontramos también en otras regiones
de la Amazonia. Pero pareciera como si en estas otras regiones, la urgencia
del trabajo histórico fuese menor, debido a que es posible tener cierta inteligibilidad
de tipo sincrónico.
Sin embargo, a medida que la perspectiva histórica nos ilumina algunos
aspectos de su pasado, comprendemos que también su presente etnográfi co es
la cristalización de profundos ciclos históricos y no son sociedades estables,
bien delimitadas, con territorios y gentes distribuidas de forma tradicional. Por
ejemplo, a fi nales del siglo xix, en toda la región del Vaupés se presentaron
grandes movimientos mesiánicos, con indígenas que se autoproclamaron como
Segundos Cristos, imbricados en el contexto de procesos de evangelización y
de creación de una sociedad regional cabocla en toda la región del río Negro. Su
supuesta naturaleza tradicional obedece, entonces, más bien a nuestra mirada
que a sus propiedades intrínsecas.
En cierta medida, Koch-Grünberg y el mismo Goldman se percataron de
su dinámica histórica al enfatizar cómo algunos grupos se habían tucanizado
u otros habían sido asimilados. Al respecto, el trabajo pionero de Hugh Jones
 sobre la historia del Vaupés, y otros estudios más recientes de F. Correa, entre otros, pusieron de presente la infl uencia de los ciclos de expansión
esclavista, misionera o cauchera, cuya trama es fundamental ligarla con la etnografía
de las poblaciones del área.
En este contexto, las sociedades amazónicas y la selva, lejos de ser expresiones
del mundo natural, ajeno a la expansión de la civilización, deben comprenderse
en el marco de la temprana inserción de la Amazonia en la economía-
mundo, que provocó una debacle demográfi ca de una población estimada
en por lo menos de personas en el siglo xvi, y que generó también
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importantes transformaciones en su medio ambiente y la génesis de nuevas
sociedades.
A partir de la década del ochenta, la gran mayoría de los investigadores
amazónicos comprendieron la relevancia de la antropología histórica para analizar
la dinámica de estas sociedades. Los brasileños, por ejemplo, bajo la guía
de Manuela Carneiro da Cunha, publicaron un gran trabajo titulado “Historia
del indio brasilero”, en el cual se destaca su dinámica temporal. Un volumen
de la revista L´Homme, de , “A la Remonté du Amazonas”, explicita claramente
esta tendencia, y las más recientes formas de comprensión de la relación
entre sociedad y naturaleza se autodenominan Ecología Histórica. En este
caso, la idea general es que aun la selva es un producto histórico. Ballé y otros
investigadores han resaltado que la llegada del europeo a la Amazonia fue algo
así como la caída del meteorito sobre la Tierra hace unos setenta millones de
años, que produjo un verdadero cataclismo planetario. Asistimos también,
en la actualidad, al surgimiento de una historia ambiental de la región que tiene
como eje comprender las transformaciones en el paisaje en su interacción con
la vida social.
Esto no obsta para que no podamos afi rmar, sin ser chauvinistas, que,
en gran parte, esta nueva conciencia histórica se debió al trabajo de los antropólogos
latinoamericanos, aunque con frecuencia sus artículos, anteriores
cronológicamente, no aparezcan mencionados en revistas internacionales, con
excepción de aquellos que fueron traducidos al inglés, o sus autores mantienen
fuertes vínculos con la academia norteamericana o europea.

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